SÍNTESIS DEL VI FORO DE FILOSOFÍA
Publicada el 18 de diciembre de 2022 a las 11:20

¿Podemos rehabilitar nuestra comprensión de la dignidad humana?

Un planteamiento bastante complejo, dilemático y por supuesto, subjetivo, ha tenido lugar hoy 27 de octubre en las instalaciones del colegio Calasanz de la ciudad de Cúcuta; un espacio para la razón, el corazón, la emoción, y en especial, para la reflexión, donde la palabra dignidad resucita brotando de sus escombros griegos y levitando sobre las aguas de cualquier civilización, hasta posarse justo dentro de cada persona. Así es, porque es justo desde allí, desde lo más íntimo, desde la propia piedad, donde cobra sentido, estatus y vigencia.

Dignidad humana, una ilusión que convoca la participación autónoma e ideológica en un escenario que suscita múltiples preguntas e innumerables expectativas, todas ellas renacidas a través de la filosofía, concebida ésta de manera natural como el ejercicio de la piedad para llegar a la verdad con reverencia y humildad, pero también, con rigurosidad, pues en su misma praxis, hace que los pensantes se remitan siempre a los fundamentos, conscientes o no, siempre regresan a ellos, anhelando la excelencia como virtud humana, la búsqueda de la verdad y la sabiduría, a través de la propia experiencia.

Se propone entonces un ejercicio contextualizado en la película “Rescatando al soldado Ryan” (1998), teniendo como base el concepto puro de la dignidad, como valor indiscutiblemente humano. De manera que surge un interrogante claramente debatible sobre el ser y el hacer que enmarca la dignidad: ¿se es digno?, ¿se hace digno?

Hablar de dignidad implica entrar en una dialéctica que viene desde tiempos remotos. Las personas son seres dignos, ni siquiera la muerte puede llegar a destruir o mutar esa dignidad. La naturaleza de la dignidad es el tiempo ser, puesto que no está hecha, se hace sobre camino de vida. Ahora bien, si se es digno, también se es miseria.

El ser humano ha sido creado y dotado de dignidad, de manera inherente a la misma condición humana, pero también se hace digno y se recoge digno a través de la antigüedad, la cristiandad, la modernidad y la actualidad. Proceso que termina siendo paradójico en la medida en que el transcurrir del tiempo ha desgastado el concepto, por fortuna, de la dignidad, más no su esencia. La dignidad no exime, no clasifica, no excluye, no escoge. Por el contrario, abarca, acoge, acepta en su totalidad al ser humano y se hace monumental mientras se piense como inherente e inalienable. Tan digna, que a través de la modernidad ha dado al ser humano, honor, importancia y credibilidad, permitiéndole prescindir de la dignidad igualitaria la cual concibe a todos los seres humanos como equivalentes, sino que, por el contrario, consintiendo que todos sean dignos.

Desde el punto de vista exegético puede resultar propicio seguir la reflexión ético-antropológica de Kant, donde la dignidad se percibe lejos de todo lo que tenga precio. Es decir, todo aquello que tenga o esté dotado de dignidad tiene un valor inconmensurable e irremplazable. Ontológicamente, por el solo hecho de existir y vivir, los seres humanos se saben y se hacen personas, se saben y se hacen dignos. Dicho de otra manera, ser persona significa ser digno, ser digno significa ser persona.

Se va tejiendo entonces, en la razón práctica, una dialéctica dilemática sobre el ser digno. Ser persona es una innovación radical de la realidad, ya que no hay una persona que sea dos veces, entendiendo el ser como una sola esencia. Por consiguiente, el ser humano tiene intimidad, aunque en la actualidad esta sea pensada de manera antagónica, es decir, semejando la dignidad como un afán de fuga de la misma. La intimidad suele confundirse con una voz particular y silenciosa, la conciencia, haciendo que la persona caiga en una incoherencia ontológica, despersonalizando su propio ser y vulnerando su dignidad.

Por otra parte, la digitalización está estrechamente relacionada con la pérdida de la dignidad, con su interpretación y comprensión. Es menester aclarar que en la actualidad no está claro el concepto de dignidad, a pesar de ser un tema recurrente, mientras que el concepto de consumismo está íntimamente ligado con la dignidad humana, puesto que los estereotipos creados categórica y malévolamente por la misma sociedad que los padece hacen sufrir la persona, esa misma persona que hoy defiende y abandera la crítica de la dignidad vulnerada, y que también, no entiende que no se debe sacrificar la propia esencia para recuperar la dignidad, que en algún momento carece de rehabilitación.

Para concluir, sí se puede rehabilitar la comprensión de la dignidad humana, partiendo desde la experiencia, aquella que no sea contada sino vivida como propia. Una experiencia irreverente pero reflexiva, que invita a vivir con el otro en libertad, pero que también da estatus moral cuando el ser y el hacer se encuentran en coincidencia. Porque se tiene dignidad se puede sufrir. Un sufrimiento cuando por predisposición se le da valor o significación a materia y persona, renegando la idea de que todos tienen y crean valor.

La persona se hace digna cuando entiende la unidad de vida como la búsqueda de la virtud y la capacidad de hacer que todo lo bueno se vuelva estable en la vida del ser humano. Este no es otro que el verdadero camino para la rehabilitación de la dignidad, con vías de autodeterminación y límites que acompañan la excelencia en la experiencia humana, puesto que no existe otro ser diferente a la persona que pueda vivirla.

Luz Karime Botello Tolosa
Relatora

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